Esas tardes en las que te encuentras débil, en que cada movimiento se transforma en un acto heróico. En que hacer un café, leer una novela o escribir tu diario se convierte en una ardua tarea, esas tardes una pirámide de Hoyo de Monterrey es la solución. Su suavidad extrema, su tiro facilón y su sabor a tabaco cubano, hacen de este cigarro uno de mis favoritos para esas tardes de indolencia en que la única añoranza de verdad en sentir la fragancia del Caribe en tu mejilla, y el frescor del ron en tus labios.
Y si los has tenido añejando tres años en el humidor, pues todavía mucho mejor (Como diría el Ron Matusalen, hoy contento mañana bien). No hay aristas, no hay sabores que rompan su raza habanera de auténtico tabaco de Vuelta Abajo.
Torcido con la lentitud y el protocolo que un buen cigarro demanda. El único inconveniente es que al terminar de fumártelo… quizá te apetezca otro!