Así definió Jrushchov al Dry Martini después de su visita a los Estados Unidos. Algún efecto le debió causar para liarse a zapatazos en la Asamblea de Naciones Unidas y pedirle a su colega el presidente Kennedy conocer personalmente a Marilyn Monroe.

La receta del cóctel debió tener su miga. Al estilo de otros grandes estadistas como Sir Winston Churchill, nos decantamos por la receta cromática, consistente el dejar pasar un haz de luz a través de la botella de vermú que irradia directamente sobre el vaso mezclador lleno de hielo recién escurrido. Luego tres generosos golpes de Ginebra Seagrams y ya está. Los resultados del famoso cóctel no se hicieron esperar y Nikita “regaló” la península de Crimea a sus conciudadanos ucranianos. La aceituna o, la guinda en este caso, la está poniendo su homólogo Vladimir Putin cinco décadas después.